Lo que empezó como un proyecto experimental ya se puede asegurar que se ha convertido en un auténtico programa de educación ambiental. Naturalización de las Aulas comenzó con toda la ilusión de conseguir un futuro mejor para nuestro planeta de la mano de dos entidades con total implicación en la sociedad, Caixa Popular y Fundación BIOPARC. Esta novedosa actividad consiste en trasladar “un pedacito” de los ecosistemas valencianos a los centros educativos, con el objetivo de acercar su conocimiento, concienciar sobre lo valiosos que son y promover su conservación. Y, con tan solo dos ediciones, ha conseguido un éxito rotundo al superar las expectativas planteadas y, lo más importante, implicar a la juventud en el tremendo reto al que nos enfrentamos, proteger el medioambiente.
Más de 150 escolares de Quinto de primaria del CEIP Pinedo (Pinedo), del Colegio Sagrada Familia (Valencia) y del CEIP L’Almassil (Mislata) no solo han participado durante todo el curso en Naturalización de las Aulas, sino que han hecho propia esta propuesta involucrándose en todo el proceso junto con la imprescindible participación del profesorado. Según lo previsto por el Departamento de Educación, todo comenzaba con una visita realmente especial a BIOPARC Valencia para, además de recorrer el parque, conocer de primera mano las instalaciones técnicas con el equipo profesional especializado en especies acuáticas. El desafío que tenían por delante como “jóvenes conservacionistas” era aportar todas las atenciones necesarias a varios ejemplares de gallipatos que durante varios meses vivirían en una recreación de su ecosistema en los acuaterrarios dispuestos en las aulas. Todo ello para descubrir sus singulares características, observar el crecimiento, metamorfosis (con su característica pérdida de branquias) y, llegado el momento, reintroducirlos en su hábitat.
Este tiempo ha sido una verdadera aventura y una demostración de la importancia de promover estas actividades para despertar la empatía hacia la preservación de la biodiversidad. Con el seguimiento en las propias escuelas por parte del personal educativo y de cuidado animal de BIOPARC los tres centros han logrado aportar el máximo bienestar a los animales a su cargo y han podido participar en la emocionante repoblación que se llevó a cabo el mes pasado en la Balsa Blanca de la localidad de Enguera (Valencia), lugar especialmente escogido por la Conselleria de Medi Ambient, Aigua, Infraestructures i Territori con la que se ha coordinado esta última y fundamental etapa. En esta actuación se repobló con los gallipatos de Naturalización de las Aulas y otros criados en BIOPARC, junto con algunos triops, (Triops cancriformis), crustáceos considerados “fósiles vivientes”.
Se trata de una iniciativa que contribuye de forma directa a la recuperación de nuestro preciado y amenazado entorno, tal y como destacan las instituciones implicadas. Cristina Pérez, técnico de Responsabilidad Social Caixa Popular comenta: “tenemos un gran compromiso con el entorno y la educación ambiental. Esta colaboración nace con el objetivo de sensibilizar a la sociedad de la gran biodiversidad que tenemos y para promover la conservación de las especies en peligro de extinción”. Por su parte, Toni Pradillo Analista de fauna de VAERSA de la Generalitat Valenciana destaca: “intentamos involucrar a los escolares para que sean partícipes en la conservación de una fauna que en muchos casos ni siquiera saben que existe y que es realmente espectacular. Son proyectos maravillosos que si se replicaran más el medio ambiente lo agradecería mucho”. Por su parte Nuria Casla, responsable de Fundación BIOPARC hace hincapié: “estamos trabajando en varios proyectos de especies autóctonas cuyas poblaciones están en disminución“.
El gallipato (Pleurodeles waltl) está incluido en la Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) y en el Catálogo Valenciano de Especies de Fauna Amenazada. El personal especializado de BIOPARC Valencia está ayudando de forma significativa a su preservación mediante la cría controlada en los recintos habilitados exprofeso, lo que ha permitido este año repoblar con más de 160 individuos las áreas silvestres asignadas. Los anfibios en general y los urodelos en particular como el “ofegabous” son poco conocidos para la mayoría de las personas. El deterioro de su hábitat está provocando un grave declive de su población que ha motivado la necesidad de incrementar su protección. Este endemismo iberomagrebí puede llegar a medir hasta 30 cm de longitud, aunque la media está entre los 15 y 25 cm. Las hembras depositan los huevos en grupos fijados a la vegetación subacuática o las rocas del fondo, que eclosionarán al cabo de 2-3 semanas. Las larvas del gallipato, de vida acuática, deberán acumular una serie de cambios, como el desarrollo de extremidades, la reabsorción de las branquias externas y el desarrollo de pulmones, hasta completar el proceso de metamorfosis. En los adultos se pueden distinguir dos fases a lo largo del año: una terrestre y otra acuática. En la fase acuática la piel es fina y de aspecto suave, y en la cola presenta una cresta cutánea que desaparecerá en la fase terrestre, en la que la piel también cambiará a un aspecto más rugoso y engrosado. Sin embargo, la duración de cada fase es muy variable e incluso algunas poblaciones pasan todo el año en el agua. Presenta un mecanismo de defensa único en anfibios: sus costillas pueden llegar a salir por los costados, impregnándose de secreciones tóxicas evitando así ser ingerido por un depredador. De hecho, en los costados pueden verse de 7 a 11 protuberancias de color pardo o anaranjado en las que se alojan los extremos de las costillas. Esta característica, sumada al hecho de que suele habitar fuentes de agua para el ganado y otros animales, le da sentido a su nombre valenciano: “ofegabous” (ahoga toros).