Era un sábado como pocos en las colinas de Bizkaia, en algún lugar de Ereño Auzoa, donde el tiempo parecía haberse detenido. Allí, bajo un cielo grisáceo que amenazaba con romperse en luz, se congregó un grupo diverso, unido no por casualidades, sino por convicciones profundas, aquellas que no se ven pero que vibran en el aire como una fuerza subterránea: el arte, la paz, la cultura. Se celebraba el 150 aniversario del nacimiento de Nicolás K. Roerich, un artista y pensador que hizo de la paz su obra más duradera, y que en ese rincón apartado, parecía estar más presente que nunca.
El caserío Olazabal-Martin, con sus muros robustos y su historia centenaria, fue el escenario elegido por la Asociación Cultural ADA para rendir homenaje a un legado que ha cruzado fronteras, físicas y temporales. Al lugar llegaron figuras destacadas, cuyas vidas se han entrelazado con los ideales de Roerich. Entre ellas, la Ilma. Sra. Dña. Raquel Entero Royo, Condesa de Pineda, fundadora del Centro Bioespacio Natural “TASTA” en Arañuel, Castellón, y la Sra. Esther Reydler, directora de la delegación israelí “Ética Viva Roerich”. Ambas, en su trayectoria, han abrazado los principios de la paz y la cultura como puentes hacia un futuro mejor.
Raquel Entero, con una serenidad que solo se adquiere tras años de dedicación, habló a los presentes con la pasión tranquila de quien ha encontrado su camino en el servicio a los demás y al planeta. “La paz no es algo que simplemente deseamos; es algo que construimos día a día, en cada gesto, en cada acto de compasión. Mi trabajo en Arañuel, en el Bioespacio Natural TASTA, está inspirado en esta idea: que debemos reconectar con la naturaleza, con nuestra propia esencia, para vivir en armonía. Ese es mi compromiso, y recibir hoy este reconocimiento me llena de gratitud, pero también de responsabilidad. El legado de Roerich no es una tarea concluida, es una misión continua para todos nosotros”.
Mientras sus palabras resonaban en el aire, los asistentes se sumían en una reflexión compartida. Ese día no era simplemente una celebración de un aniversario, sino una afirmación del compromiso con los principios que Roerich defendió durante toda su vida. Aunque no estuvieron presentes, los Príncipes Kunle y Keisha Omilana, de la dinastía real yoruba, fueron invitados a este acto debido a su compromiso con esos mismos ideales. A través de su proyecto, “Misión Alfombra Roja”, que desarrollan en la Comunidad Valenciana, han creado una plataforma en la que la hospitalidad, el arte y la filantropía se entrelazan con la visión de un mundo más justo y pacífico.
La ceremonia continuó con la entrega del Estandarte de la Paz Roerich y un Diploma de Honor a la Ilma. Sra. Dña. Raquel Entero Royo, reconociendo su labor incansable en favor de la paz y la cultura. Esther Reydler, también homenajeada, recibió el Galardón Vasco IRURAC BAT, símbolo de la amistad entre pueblos y culturas. Leonardo Olazabal, presidente de la Asociación Cultural ADA, se dirigió a los presentes con unas palabras cargadas de simbolismo: “La Paz es el camino de la Belleza, la Verdad y la Vida”. Era más que una simple declaración; era una afirmación del propósito que ha guiado los pasos de todos los que, como Roerich, han encontrado en el arte un medio para alcanzar la paz.
El momento cumbre de la celebración llegó con el Aurresku de Honor, ejecutado con precisión y elegancia por el dantzari Josu y acompañado por el txistulari Sergio, ambos de Portugalete. Sus pasos, sincronizados con la música tradicional vasca, crearon un ambiente de solemnidad, donde la danza se convirtió en un lenguaje universal de respeto y homenaje. Cada gesto, cada movimiento, era una ofrenda a la causa de la paz.
El viento suave que recorría las colinas traía consigo el eco de tantas otras voces que, a lo largo del tiempo, han buscado lo mismo: un espacio donde la cultura, el arte y la paz puedan florecer juntos. En ese rincón de Bizkaia, se comprendió de manera profunda que el legado de Roerich no pertenece solo al pasado. Está vivo en cada esfuerzo por tender puentes, por superar las divisiones, por unir a los pueblos en torno a la belleza y la verdad.
Raquel Entero, ya habiendo recibido su estandarte, habló nuevamente, esta vez con una reflexión que dejó a todos pensando: “Nuestro compromiso con la paz no es algo que podamos tomar a la ligera. Implica sacrificios, implica una dedicación constante. Hoy más que nunca, debemos recordar que la paz comienza en nuestro entorno, en nuestra relación con la naturaleza y con los demás. El Centro TASTA en Arañuel es mi contribución a ese ideal, un espacio donde se busca el equilibrio entre el ser humano y su entorno, en armonía con los principios que Roerich defendió”.
Mientras las palabras flotaban en el aire, los asistentes comprendían que habían sido testigos de algo más que una celebración. Habían participado en un acto de renovación, en el que los ideales de paz y cultura no solo fueron recordados, sino reafirmados como guías necesarias para un mundo que, como las colinas que los rodeaban, sigue en constante cambio.