El pasado martes 1 de abril, la ciudad de Valencia fue testigo de una de esas noches que dejan huella en la historia cultural de una ciudad. La presentación del nuevo poemario de Mila Villanueva, Impresiones, no fue un simple acto literario: fue una ceremonia sensorial donde la palabra, la imagen y el movimiento se abrazaron para dar vida a un universo poético sin fronteras.
En el emblemático Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia (CTAV), Villanueva —poeta, ensayista, activista cultural y alma de la asociación Concilyarte— convocó a un nutrido público que colmó el auditorio para celebrar el nacimiento de un libro que nace del asombro y la contemplación artística. Impresiones no solo traduce cuadros en poemas; los reinventa, los reinterpreta, los convierte en una nueva experiencia emocional.
“Este libro es un acto de escucha profunda —dejó caer Mila con voz serena durante la presentación—. Escuchar lo que susurra una pincelada, lo que la luz calla. He querido que el lector entre en un museo donde no se miran cuadros, sino que se habitan”. Su presencia magnética, serena y cálida, llenó el espacio de una autoridad delicada: la de quien no impone, sino que invita.
Villanueva, nacida en Vigo y afincada desde hace años en Valencia, ha construido una obra bilingüe (gallego y castellano) de profunda sensibilidad. Su poesía se enraíza tanto en la tradición del haiku japonés como en la lírica occidental, con una voz que sabe decir lo fugaz con temblor duradero. Premiada en el Certamen Poético Rosalía de Castro, finalista en los Premios de la Crítica Literaria Valenciana, su trayectoria está marcada por una búsqueda constante de diálogo entre artes y culturas.
Durante la presentación, su poética se expandió a otras disciplinas. La lectura de sus versos, acompañada por la poeta Elena Torres y la rapsoda Melba Santa Coloma, estuvo marcada por una cadencia íntima que dejaba respirar al silencio entre palabra y palabra. La coreógrafa Ana Añón llevó algunos de los poemas al terreno del cuerpo, en una interpretación de danza contemporánea que convirtió el movimiento en ritmo literario.
Destacadas figuras del ámbito cultural acompañaron el acto. El pintor Antonio Camaró, cómplice de Villanueva en múltiples proyectos, reflexionó sobre la conexión entre palabra y trazo, afirmando que “Mila ha logrado lo imposible: que un cuadro hable sin color”. Por su parte, Patricia Crespo, poeta y autora del prólogo del libro, destacó la capacidad de Villanueva para “detener el tiempo y atrapar lo invisible, lo no dicho, lo apenas sentido”.
En Impresiones, la autora se inspira en obras pictóricas de diferentes épocas y estilos, desde los reflejos acuáticos de Monet hasta los interiores fulgurantes de Van Gogh, para trazar un museo imaginario en el que cada poema es una ventana a lo eterno. “No es un libro de ekphrasis —aclaró la autora—, sino una conversación íntima con la belleza”.
Además de los textos, el público pudo conocer a algunos de los pintores cuyas obras inspiran el poemario, en un hermoso cierre circular del diálogo entre artes. “Lo que Mila hace con nuestras obras —comentó uno de ellos— es devolvernos su alma en forma de verso”.
Como presidenta de la Asociación Cultural Concilyarte y co-directora del festival Poes-ència, Villanueva ha sido una figura clave en el impulso de la poesía en la ciudad. Su activismo literario se ha fundido con su compromiso cívico y social, promoviendo el arte como herramienta de paz, democracia y convivencia. En palabras de Camaró, “Mila no solo escribe: crea espacios donde la belleza se convierte en resistencia”.
La noche concluyó con una larga ovación, firmas de libros y conversaciones que prolongaban la magia del acto. Y quedó en el aire una certeza: Impresiones no es solo un poemario, es un manifiesto poético, un canto a la capacidad del arte para conmovernos más allá de los sentidos. Y Mila Villanueva, con su voz serena y su mirada lúcida, se confirma como una de las grandes artífices de esa alquimia.